Iyambae FM

viernes, 31 de octubre de 2014

SANTIAGO ALBA RICO, PÁRRAFOS INTERESANTES DE UN VIEJO ARTICULO.


(Que importa que no sean nazis si son unos asesinos)

"..no sois nazis, es verdad: sois unos vulgares matarifes sin entrañas, asesinos de viejos, matadores de niños, sucios humilladores de mujeres, ladrones de tierras, saqueadores de chabolas, puteadores sin principios, idiotas morales, arrogantes bestias colonizadoras que queréis engrandecer vuestro país empequeñeciendo vuestra (toda) humanidad..."

En estos días, tanques judíos desarmados afrontan a niños que tienen dientes; y aviones indefensos se defienden de madres que esconden un dolor entre las faldas; y misiles completamente desprotegidos -como el David de la Biblia- apuntan a altísimos gigantes de dignidad y de decencia. A esta desproporción estupefaciente, a esta desigualdad manifiesta entre la tecnología de guerra desamparada y una humanidad superior, una dignidad superior y una razón superior los periódicos más moderados y los políticos más atrevidos la llaman "combates".

El 'despropósito' de Saramago

El Holocausto, como la muerte de Cristo, se produjo en un momento de la Historia, pero se arroga una especie de hiperrealidad metafísica, ahistórica, siempre sincrónica que, como la eternidad traumática de ciertas neurosis, impide reconocer que siguen sucediendo cosas y, aún más, que seguimos haciendo cosas y que somos responsables de lo que hacemos. La herida originaria del "Estado judío", como el trauma originario del neurótico, culpabiliza sin interrupción al universo; y si se le pilla en falta, entonces el "Estado judío" culpabiliza al universo de su propio sentimiento de culpa: a un dolor tan grande no se le puede reprochar un crimen tan pequeño sin hacerse culpable de una agresión que es ya la repetición virtual de la escena brutal de los orígenes. La culpa del que recuerda al neurótico que también él puede ser culpable se llama "insensibilidad". La culpa del que recuerda al "Estado judío" que también él puede ser culpable se llama "antisemitismo".

Antes del Holocausto no hubo ninguna infelicidad de la que extraer lecciones (si excluimos, tal vez, la de los hebreos esclavizados por el Faraón); después del Holocausto, todos los crímenes son perdonables, salvo la pretensión del otro de rivalizar en dolor con el dolor "judío": los gemidos mismos son "antisemitas": la fotografía de Mohamed Dorra abrazado al cadáver de su hijo es un instrumento de la conspiración contra el "pueblo elegido". Escandalizado por las ya famosas declaraciones de Saramago, su editor en lengua hebrea, Menahem Peri, manifestaba sentirse muy ofendido: "Sólo si enviáramos hoy en día a seis millones de árabes a las cámaras de gas tendría derecho a hacer una comparación como ésa". ¿Nos damos cuenta? Lo que Peri quiere decir es que, por debajo de seis millones, todo nos está permitido, que por debajo de esa cifra nuestra inocencia está asegurada, que nunca seremos nazis y, por lo tanto, nunca seremos tampoco "malos"; y que cualquiera que se atreva a denunciar nuestro modesto baño de sangre incurre, como Saramago, en "ceguera moral" y "odio antisemita". Peri puede estar tranquilo: en Palestina sólo hay cuatro millones de palestinos.

Y si sus tanques indefensos logran matar en estos días a la mitad, habrá logrado reducir también la base de esa descabellada comparación -pues sólo quedarán dos millones. Cuantos menos palestinos queden, más lejos estará la sombra del nazismo. Y cuando sólo quede uno, vencido y solitario sobre dos pies gigantesca y exactamente humanos, ponerlo de hinojos, atarle las manos y romperle los brazos a culatazos será la prueba y la causa de nuestra inalienable bondad. Cuando ya no podamos matar a nadie, ningún "antisemita" podrá reprocharnos nuestra crueldad.

Las comparaciones son, en efecto, odiosas. Amoz Oz, buen escritor e izquierdista apócrifo, reaccionaba también ante el despropósito de Saramago con una típica proyección freudiana: "La ocupación israelí es injusta pero compararla a los crímenes nazis sería como comparar a Saramago con Stalin". Recuerdo haber leído la anécdota de un hombre que acudió a una iglesia a confesar sus pecados: "Padre, he sido injusto... he degollado a mi padre, he violado a mi madre y he envenenado a mis hermanos". "Pero hijo mío" -se estremeció el sacerdote- ¡Eso es un crimen!". Bombardear escuelas y hospitales, ¿es "injusto"? Arrancar 120.000 olivos, demoler o dinamitar 3.750 viviendas y expulsar a 40.000 personas en un año, ¿es "injusto"? Robar 3.669.000 m2 de tierras, ¿es "injusto"? Disparar a niños a la cabeza, ejecutar a hombres desarmados en un callejón, privar de agua, comida y luz a la población civil, ¿es "injusto"? ¿Es "injusto" marcar los brazos, encerrar en campos de detención, impedir el paso de las ambulancias, borrar los nombres de las aldeas palestinas, volar el edificio del Registro de Ramala, asaltar iglesias e incendiar mezquitas, orinar en los cuartos de los niños? ¿Considera Amoz Oz sencillamente "injusto" al kamikaze que hace estallar una bomba en un restaurante de Tel Aviv? Un tratado puede ser injusto; y puede ser injusto un castigo; y será injusto, sin duda, que queden sin castigo los horrores de la ocupación. Pero la ocupación... la ocupación no es injusta: la ocupación es un crimen. Y todo el que no lo vea así está sin duda más cerca de Hitler o Stalin que de Saramago.

La comparación de Saramago -exacta al pie de la letra: leed con qué cuidado dice "en espíritu"- ha tenido la desafortunada consecuencia de volver a llamar la atención sobre el Holocausto en detrimento de la Ocupación. Todo se plantea como si hubiera que demostrar el parentesco de Israel con el nazismo para poder condenar sus acciones; como si, de no probarse esta afinidad, los israelíes pudiesen permitírse humillar, robar, asesinar, conservando siempre la inocencia. Pero no os dejaremos conservar la inocencia; no dejaremos que os llamen nazis; no sois nazis, es verdad: sois unos vulgares matarifes sin entrañas, asesinos de viejos, matadores de niños, sucios humilladores de mujeres, ladrones de tierras, saqueadores de chabolas, puteadores sin principios, idiotas morales, arrogantes bestias colonizadoras que queréis engrandecer vuestro país empequeñeciendo vuestra (toda) humanidad.

Pero no os dejaremos conservar vuestra inocencia; de nada os sirve no ser nazis si sois unos criminales. Al menos perderéis eso en la matanza de estos gigantes: os estáis degradando a la medida exacta de vuestros crímenes; venceréis, pero no nos convenceréis de vuestra pureza; os quedaréis las tierras y el agua de vuestras víctimas, pero no os perdonaremos; seréis quizás invulnerables, pero no nos daréis ya lecciones; os pavonearéis sin resistencia en el desierto de todos los valores, pero seréis pequeños, vulgares, miserables, como todos los que construyen su grandeza mundana sobre su debilidad moral. Israel -dejemos en paz a los judíos- ya no es el nombre de un pueblo; es el nombre de un ángel exterminador, la cifra de un delito, la temperatura de una ideología; y si no os dais prisa en corregiros, si no recapacitáis enseguida y cambiáis el rumbo de vuestros pasos, acabaréis borrando el recuerdo del Holocausto, que contra vosotros tendremos los demás que mantener con vida; lograréis que cuando se quiera exagerar, quintaesenciar la "maldad" de un atropello, nombrar lo más execrable y despreciado o desahogar en un insulto el dolor de una injusticia ya no se diga "nazi": se diga "israelita". Y esto, en efecto, tampoco será justo.

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http://www.nodo50.org/csca/palestina/alba-9-04-02.html