El 12 de mayo pasado tuvo lugar en Paris la confrontación entre un terrorista francojudío y las 12 personas a las que envió una carta anónima con una escueta frase: "la próxima no llegará por correo"; no se refería a la a [vale] en sí, sino a la bala de calibre 22 long rifle que venía pegada a la cartulina. Preparó sus envíos con guantes, no llevaban huellas digitales.
12 personas lo denunciaron a la policía, entre febrero y mayo de 2003. Entre ellas, tres personalidades populares: José Bové, el delegado del campo y sus campesinos, que no tiene pelos en la lengua y dijo lo que había que decir, tras un viaje a Palestina, en que las autoridades israelíes le impidieron hacer de escudo humano para proteger a los civiles acosados por los militares; otro, el alcalde Willem de la pequeña ciudad de Seclin, que aplicó el boicot a los productos israelíes en los comedores escolares de su competencia; y una figura legendaria, la abogada Isabelle Coutant-Peyre, alambre vivo de la resistencia al imperialismo usraelí, defensora del filósofo Roger Garaudy y del venezolano Carlos Ilich Ramírez Sánchez, que está preso en Francia. Como ella, varios de los amenazados de muerte se consideran impulsados por un viento de resistencia popular, y por lo tanto, no se sorprendieron al descubrir que forman parte de una lista de gente a liquidar, según las costumbres terroristas vigentes en Israel; nos siguen doliendo los asesinatos de los dos dirigentes sucesivos de Hamás, Sheij Yasin primero, Rantisi después, en la misma fecha aniversario de la masacre de Der Yasin. Y rezamos para que el dirigente elegido por el pueblo palestino no termine su vida como ellos, o como otro legítimo representante del espíritu de la tierra de Canaán, Yaser Arafat. Pero a otros de los designados por la bala no se sabe qué les dolió más, sila amenaza de atentado o el tener que compartir el banco de las víctimas con algunos apestados: así Eyal Sivan, cineasta israelí asqueado de su país, que prefiere vivir en Francia, o Alain Lipietz, diputado europeo, con un abuelo judío, lo tomaron muy mal: acostumbran enfurecerse con cuantos "antisemitas" y "negacionistas" oigan mencionar, y de pronto un sujeto judío los encañona y empareja ¡con sus cabezas de turco predilectos!
También estaban personalidades conocidas y respetadas entre las víctimas, con historial gaullista como Maurice Bitterlin, o con cátedra en derecho internacional, como la señora Chemillier Gendreau; y la cosa desborda la defensa de los palestinos: Gilles Munier preside la Asociación de Amistad Francoiraquí. La lista era un surtido equilibrado de distintos matices del sentido crítico ante el imperialismo usraelí.
Hay gran expectativa, ni la juez ni la fiscal pueden creer lo que presencian: el acusado reconoce los hechos, como respuesta a los escritos y dichos críticos contra Israel de cada uno de los doce; tiene información detallada de la biografía de cada uno y la mente clarísima para citar las frases suyas que no le gustan. El acusado interrumpe a la juez y a la fiscal, rebate y argumenta: es un grandísimo lector, especializado en rastrear la producción antisionista en la red y en los medios masivos: sencillamente, todos los chismes y chistes internos, todos los argumentos de las publicaciones sionistas oficiales en Francia, parten de sus investigaciones personales, o él es el archivo vivo que centraliza todo el arsenal ideológico sionista francés.
Esto no cuadra con lo que descubrió la policía: es un jubilado de clase media, casado y con hijos, no pertenece a ninguno de los grupos paramilitares judíos autorizados en Francia (Betar, LDJ, etc); sin embargo, tiene un arsenal en su casa, una carabina 22 long rifle cargada, con silenciador y visor láser para operar en la oscuridad, varias armas de categoría 1, armas de la OTAN, prohibidas en Francia pero compradas en Suiza después del envío de las cartas anónimas; este señor está afiliado a un club de tiro y no tiene siquiera licencia de cazador. La furia contenida no le quita gravedad y equilibrio a su figura erguida, a su perfil decidido: tiene la firmeza del que se apoya en la impunidad. Como bien dijeron los dos peritos siquiatras, no está loco, no le corresponde tratamiento, aunque no tenga un sentido del humor muy desarrollado. Es simplemente un fascista, como dijo el abogado de Eyal Sivan, Antoine Comte. Sin embargo, Schoemann insiste en que sólo se trataba de una broma.
Además, no anda con malhechores, sino que su abogado David Sellam es su amigo, y es amigo del ministro Eric Raoult, y del diputado Pierre Lellouch, gente decente, los bastiones del sionismo en la clase política. Y lamenta que no den resultado el debate y las presiones judiciales, pues antes de gastar la broma se había dirigido a las organizaciones de lucha contra el racismo (LICRA, MRAP y la Unión de Estudiantes Judíos) para que exigieran sanciones contra los doce.
La audiencia dura cuatro horas y un joven abogado dice lo que hay que decir: este señor estaba preparando actos de terrorismo, supuestamente justificados por su religión, el judaísmo. La fiscalía pide un año de prisión, con posibilidad de suspensión, e indemnización para las víctimas.
A un musulmán con barba lo metieron preso nueve meses, preventivamente, y lo soltaron sin juzgarlo siquiera; ni se diga lo que le pasaría a un musulmán con barba y con carabina; la audiencia no duraría ni media hora y ya habría dado con sus huesos en la cárcel; Schoemann sigue en libertad, no ha cumplido ninguna prisión preventiva. Una banda armada judía asaltó una librería parisina en 2004: hasta hoy la policía judicial no ha llamado siquiera a los testigos.
Falta averiguar exactamente quién es, en realidad, el tal Schoemann, que ni siquiera tiene la nacionalidad israelí. Es una gran victoria nuestra que se le haya detenido, cosa que él no creía posible. Se le descubrió porque había mandado un mensaje electrónico a una de las víctimas y wanadoo.fr dio a la policía las señas del que firmaba "Nadin Muk", o sea "maldita sea la religión de tu madre" en árabe. Todos sus archivos de esbirro sionista aparecieron en el ordenador de uno de sus hijos, que dijo no tener idea de nada, ni del arsenal que estaba en su propia casa. Schoemann, durante la audiencia, desarrolló el contenido del mensaje electrónico, que es la clave de todo el asunto completo: era una amenaza específica para los que se interesan por la obra de Israel Adán Shamir. Pues sí, dos traductoras de Shamir estaban en la lista de los doce. Conclusión: bastaba con un atentado, logrado o fallido, contra una de estas dos personas para que las otras once entendieran y difundieran el sentido pleno del mensaje, dirigido a los moderados con una posición social relevante y especialmente a los de familia judía, como Eyal Sivan el israelí o Lipietz el ecologista: el terrorismo judío no permitirá que se difunda o defienda el proyecto de un solo Estado laico y democrático en Israel-Palestina, a corto plazo, lo cual es la única solución para que reinen la paz y la justicia en la región y para que Occidente se reconcilie con sus ideales generosos. Todo lo demás es fingimiento, andamiaje, camuflaje y ropaje: lo que el viento se llevará.
Es lo mismo que antes de la segunda guerra mundial cuando los gangsters sionistas procuran acallar al judaísmo antisionista, representado en aquellos años por las voces más respetables, desde el padre de Yehudi Menuhin hasta José Reinach, desde el rabino Moshe Shonfelk hasta George Maranz, desde Alfred Lilienthal hasta Arnold Toynbee. El antisionismo era la corriente mayoritaria entonces, y el voto en la ONU a favor de la creación del Estado de Israel fue un voto forzado y manipulado. La buena noticia para nosotros es que el antisionismo judío vuelve a ser un peligro mayor para el Estado supranacional usraelí; nuestros enemigos mienten, saben que mienten, saben que sabemos que mienten y que saben que mienten: hemos entendido el mensaje más allá de lo que proyectaba Schoemann. Schoemann está solo, como está solo el proyecto usraelí: ningún arsenal protege contra el pensamiento.
Maria Poumier es escritora francesa, miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística.
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