jueves, 6 de abril de 2006

La "Izquierda" aliada al Loby judio......¿Es Noam Chomsky un infiltrado? II

La primer parte fue una entrevista a Jeffrey Blankfort que se puede leer por aca, ahora Iarnoticias nos entrega la opinion de James Petras, que es la persona que mas aporta al "rescate" de la Izquierda tradicional (que actuara en la guerra fria) , para que pueda entender por donde pasa la nueva contradiccion fundamental en que se debe dividir a quienes consideremos de izquierda o derecha, a saber: Globalismo o Nacion.

Chomsky fue erigido como el "prototipo" del intelectual crítico a la política exterior norteamericana, pero esconde puntillosamente la influencia del lobby judío en el nivel de decisiones estratégicas de la Casa Blanca. ¿En que anda la "vaca sagrada" de la izquierda "progre"? Petras lo explica.

Noam Chomsky, una especie de "vaca sagrada" para la nueva izquierda y los "progres", es un intelectual norteamericano que se ha ganado un espacio como "voz crítica" de la política exterior del imperio estadounidense.

Pero, según parece, hay otros pensadores de izquierda que no comparten tanta euforia por el profesor yanqui convertido en celoso "crítico· de su país imperial.

En un artículo titulado: "Noam Chomsky y el lobby pro israelí: catorce tesis erróneas", el pensador de izquierda norteamericano, James Petras, crítica a Chomsky por su silencio respecto de la sinfluencias y las manipulaciones del lobby judío en la Casa Blanca.

Para Petras, Chomsky "a pesar de su bien ganada reputación de documentación, disección y exposición de la hipocresía de los gobiernos de Estados Unidos y de Europa, y de sus agudos análisis de los engaños intelectuales de los apologistas imperiales, dichas virtudes analíticas están lamentablemente ausentes en relación con el debate sobre la formulación de la política exterior de Estados Unidos en Oriente Próximo, en particular el papel de su propio grupo étnico: el lobby judío pro israelí y sus defensores sionistas en el gobierno".

Según Petras, “determinados reflejos automáticos de defensa del debate abierto y del libre examen desaparecen -al menos en gran parte de las élites políticas de Estados Unidos- cuando se trata de Israel, y sobre todo cuando se aborda el papel del lobby pro israelí en la elaboración de la política exterior de Estados Unidos".

Para Petras la historia está llena de intelectuales críticos con cualquier imperialismo salvo con el propio, y con los abusos de poder que otros cometen pero no de los que cometen los de su grupo.

"La larga historia de la negación por parte de Chomsky del poder y el papel del lobby pro israelí en la decisiva formación de la política de EE UU hacia Oriente Próximo, culminó en su reciente coincidencia con el aparato propagandístico sionista en sus ataques a un estudio crítico con el lobby proisraelí", señala el prestigioso analsita de la izquierda combativa.

Petras cita un artículo del London Review of Books titulado “El lobby israelí y la política exterior de EE UU” (The Israel Lobby and US Foreign Policy), del que son autores los profesores John Mearsheimer, de la Universidad de Chicago, y Stephan Walt, decano expulsado de la Kennedy.

Petras señala que, no obstante criticar las políticas israelíes contra los palestinos, Chomsky siempre defendió la existencia del Estado sionista de Israel.

"Aunque, en general, Chomsky se abstiene, deliberadamente, de discutir el asunto del lobby pro israelí en sus intervenciones públicas, entrevistas y publicaciones en las que analiza la política de Estados Unidos en Oriente Próximo, cuando lo hace sigue al pie de la letra los siete puntos citados", señala Petras.

Según Petras, Chomsky afirma que el lobby pro israelí es igual a cualquier otro grupo de presión de Washington. Sin embargo, no se da cuenta de que el lobby ha conseguido que una mayoría de congresistas sea favorable a la asignación a Israel de tres veces la ayuda exterior anual destinada a toda África, Asia y América (más de 100.000 millones de dólares en los últimos 40 años).

"El lobby dispone de 150 empleados que trabajan a tiempo completo para el American-Israel Public Affairs Committee (AIPAC), más un ejército de cabilderos pertenecientes a las otras grandes organizaciones judías (Anti-Defamation League, B’nai Brith, American Jewish Committee, etc.), más las Federaciones judías locales, regionales y nacionales que siguen rigurosamente las consignas de las “mayores” y que son muy activas en la conformación de la opinión pública y la política local sobre Israel, y que promueven y financian a determinados candidatos a legisladores basándose en su adhesión a la “línea del partido” del lobby pro israelí. No hay otro grupo de presión que tenga esta combinación de riqueza, redes locales, acceso a los medios, fuerza legislativa y finalidad específica que tiene el lobby pro israelí", señala.

De acuerdo con Petras, Chomsky omite analizar las casi unánimes mayorías en el Congreso que cada año dan su apoyo a todas las medidas pro israelíes en materia militar, económica, de privilegios de inmigración y de ayuda económica que propone el lobby.

"Chomsky parece desconocer la lista publicada por el propio AIPAC de más de 100 iniciativas legislativas que han conseguido la luz verde del Congreso incluso en años de crisis presupuestaria, crisis de los servicios de salud estadounidenses y pérdidas militares debidas a la guerra", agrega.

En cuanto a que las petroleras tienen más influencia en Washington que el lobby (sostenido por Chomsky), Petras afirma que en sus guerras en Oriente Próximo Estados Unidos sacrifica los intereses vitales de las compañías petroleras, a petición del lobby pro israelí en favor de la búsqueda de una hegemonía de Israel en la región.

Para el pensador de izquierda, en la competición de cabildeos, es el bloque pro israelí, y no las petroleras, el que se lleva el gato al agua tanto cuando se trata de asuntos bélicos como de contratos para la obtención de petróleo.

"En general, nuestro ocupado investigador (Chomsky) , aficionado a sacar a la luz la documentación más oscura, demuestra un gran laxismo a la hora de utilizar documentos ya disponibles que desdicen sus afirmaciones sobre las grandes compañías petroleras y el lobby israelí", dice Petras.

Según Petras, Chomsky deja de analizar el papel del lobby pro israelí en las elecciones al Congreso, su financiación de los candidatos pro israelíes y los más de 50 millones de dólares que gastan en los partidos, los candidatos y las campañas de propaganda.

Chomsky tampoco se entretiene en analizar qué sucede con los candidatos que el lobby consigue derrotar, la abyecta petición de perdón que llega a obtener de aquellos congresistas que han osado poner en cuestión las políticas y las tácticas del lobby, y el efecto intimidatorio que estos “castigos ejemplares” tienen sobre el resto del Congreso, apunta Petras.

"Chomsky se niega a analizar las desventajas diplomáticas que implican para Estados Unidos sus vetos a las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en las que se condenan la sistemática violación de los derechos humanos por parte de Israel. Las organizaciones del lobby pro israelí son las únicas importantes que presionan en favor de dicho veto, en contraposición a los principales aliados de Estados Unidos, la opinión pública mundial y el coste de cualquier tipo de papel mediador que Estados Unidos pudiera desempeñar entre el mundo árabe-islámico e Israel", añade.

Para Petras Chomsky no tiene en cuenta la inigualable capacidad de convocatoria de élites que tiene el lobby. A la reunión anual del AIPAC asisten los líderes del Congreso, los principales miembros del Gobierno y más de la mitad de todos los miembros del Congreso, plenamente comprometidos con el apoyo a Israel, que incluso identifican los intereses de Israel con los de Estados Unidos.

"Ningún otro lobby puede conseguir este nivel de asistencia de las élites políticas, este nivel de abyecto servilismo, durante tantos años, y por parte de los dos partidos principales. Es importante notar, en particular, que los “votantes judíos” representan menos del 5% del censo electoral, mientras que los judíos practicantes representan menos del 2% de la población, y no todos ellos anteponen los intereses de Israel a toda otra consideración", señala.

En cuanto a la invasión a Irak, Petras sostiene que Chomsky evita criticar a los los promotores intelectuales de la misma profundamente vinculados al lobby pro israelí y que han favorecido al Estado israelí.

Cita al respecto a Paul Wolfowitz, número 2 del Pentágono durante la invasión; Douglas Feith, número 3 del Pentágono; Richard Perle, jefe de la Junta de Defensa; Elliot Abrams, encargado de los asuntos de Oriente Próximo en el National Security Council(4), y docenas de otros altos cargos e ideólogos del gobierno en los medios de comunicación son activistas de toda la vida y fanáticos defensores de Israel.

Consigna que algunos de ellos perdieron sus acreditaciones de seguridad con anteriores gobiernos por haber entregado documentos al Gobierno de Israel.

"Chomsky hace caso omiso de los decisivos documentos de estrategia elaborados por Perle, Wurmser, Feith y otros zio-cons(5) a finales de los noventa, en los que pedían acciones bélicas contra Irak, Irán y Siria, acciones que más tarde, con Bush, pudieron llevar a la práctica", afirma Petras.

Para Petras, Chomsky no dice nada de la oficina de desinformación creada en el Pentágono por el ultra sionista Douglas Feith, la llamada Oficina de Planes Especiales, y dirigida por su correligionario zio-con Abram Shumsky, con el fin de canalizar datos falsos a la Casa Blanca, pasando por alto y desacreditando tanto a la CIA como a los servicios secretos del Ejército cuando contradecían su desinformación.

"La coronel Karen Kwiatkowski, especialista no sionista de la Oficina de Oriente Próximo del Pentágono, ha descrito con todo detalle el fácil y constante ir y venir de oficiales de los servicios secretos israelíes y del ejército israelí en la oficina de Feith, de la que los expertos estadounidenses críticos estaban excluidos. Ni uno solo de estos diseñadores de políticas partidarios de la guerra tenía conexión alguna con el complejo militar-industrial o las grandes compañías del petróleo; sin embargo, todos ellos estaban íntima y activamente vinculados con el Estado de Israel y gozaban del apoyo del lobby pro israelí", puntualiza.

A Petras le resulta sorprendente que Chomsky, famoso por sus críticas de los intelectuales enamorados del poder imperial y sus pullas a los académicos poco críticos, no siga un curso similar en cuanto se habla de los intelectuales pro israelíes en el poder y de sus colegas académicos sionistas.

"Chomsky ha denunciado con frecuencia las tibias críticas de los progresistas estadounidenses hacia la política exterior de Estados Unidos; sin embargo, no ha dicho una sola palabra sobre el estruendoso silencio de los progresistas judíos en relación con el papel tan principal desempeñado por el lobby pro israelí en la promoción de la invasión de Irak. En ningún momento critica a los numerosos académicos pro israelíes partidarios de la guerra con Irak, Irán o Siria, ni entra en debate con ellos", agrega.

De acuerdo con la óptica de Petras, Chomsky no consigue analizar el impacto de la ininterrumpida y concertada campaña organizada por todos los grupos principales de presión y las personalidades pro israelíes para silenciar las críticas hacia Israel y el apoyo del lobby a la guerra.

Durante la preparación de la invasión de Irak, muchos militares estadounidenses -en activo y en la reserva- y analistas de la CIA se opusieron a la guerra, y cuestionaron las razones y proyecciones de los ideólogos pro israelíes como Wolfowitz, Feith, Perle y el National Security Council, el Departamento de Estado y la oficina del vicepresidente (Irving “Sio-con” Libby).

Patras señala que no se los tomó en consideración, y los sio-cons rechazaron sus recomendaciones y los defensores de éstos en los medios de comunicación más destacados contribuyeron a restarles importancia.

"Los neoconservadores sionistas en el Gobierno consiguieron vencer a sus críticos institucionales, en gran parte gracias a que sus opiniones y políticas en relación con la guerra fueron aceptadas de manera acrítica por los medios de comunicación de masas y particularmente por The New York Times, cuya primera propagandista de la guerra, Judith Miller, mantiene estrechas relaciones con el lobby", afirma

Para Petras se trata de vínculos y debates históricos suficientemente conocidos, que un atento lector de los medios como Chomsky conoce, pero que deliberadamente opta por omitir y negar, sustituyéndolos por una crítica más “selectiva” de la guerra contra Irak basada en la exclusión de datos básicos.

"En lo que pasa por ser la “refutación” por parte de Chomsky del poder del lobby hay una examen histórico superficial de las relaciones entre Estados Unidos e Israel, en el que se citan ocasionalmente conflictos de intereses, en los que, de manera aún más ocasional, el lobby pro israelí no se salió con la suya. Los argumentos históricos de Chomsky son más parecidos a un breve informe de un abogado que a un análisis de conjunto del poder del lobby", dice Petras.

Para Petras, Noam Chomsky es un icono de lo que "pasa por ser la disidencia estadounidense" contra la guerra, en medios intelectuales y organizativos.

"El hecho de que haya optado por absolver al lobby pro israelí y sus grupos conexos y medios de comunicación auxiliares, constituye un acontecimiento político importante, especialmente cuando están en juego cuestiones de guerra y paz, y cuando la mayoría del pueblo estadounidense se opone a la guerra", agrega.

Fuente
http://iarnoticias.com


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