jueves, 23 de marzo de 2006

La «guerra contra el terrorismo» es una guerra contra los pueblos

¿Cuál es la fuente de inspiración de la «guerra contra el terrorismo» de Washington? ¿Comenzó acaso en 2001, como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre o estaba ya fraguándose antes de aquellos hechos? Para el politólogo libanés Yussef Aschkar, la política actual de Estados Unidos en el Medio Oriente no es más que la aplicación a gran escala de lo que Israel viene haciendo en Palestina desde los años 90: una guerra contra los pueblos que desestructura las sociedades para dominar más fácilmente a las poblaciones o eliminarlas. En sus respuestas a las preguntas de Silvia Cattori, Yussef Aschkar nos explica su punto de vista sobre el desarrollo de esa estrategia y la amenaza inminente que representa para el Líbano, Siria e Irán.

Ex presidente del Partido Laico y Social del Líbano, Yussef Aschkar es también historiador y antropólogo.

Silvia Cattori: Nos gustaría conocer su análisis sobre el contexto geopolítico regional y sus implicaciones para el Líbano, país que sufrió enormemente durante los 15 años de ocupación militar israelí. ¿Considera usted a Israel, país que aplica una política de agresión contra sus vecinos, como el principal foco de guerra en la región?

Yussef Aschkar: Desde su creación, Israel ha sido más que el foco de las guerras del Medio Oriente. Ha actuado siempre para convertir el Medio Oriente en un foco de guerra a nivel mundial. La guerra ha sido su hilo conductor. Pero no basta el fenómeno de la guerra en sí, como política y acto de agresión y violencia, para explicar las particularidades de la guerra que Israel está haciendo y tratando de propagar, que trata incluso de mundializar. El belicismo israelí no explica por sí solo la totalidad de la conducta de Israel y sus motivos. Israel conduce una guerra de un tipo particular en el Medio Oriente, una guerra que tiene su propia doctrina y que es la fuente fundamental de todos los males que estamos sufriendo. Esa doctrina consiste, en primer lugar, en hacerle la guerra a las sociedades y no sólo a los Estados y, en segundo lugar, en convertir el «terrorismo» y la guerra contra este último en sus armas fundamentales.

S-C. – ¿Puede usted explicar lo que entiende por «guerra contra la sociedad»?

Yussef Aschkar: Después de su victoria en la guerra de 1967 contra los países árabes, Israel consideró que esos Estados, vencidos, humillados, resignados, habían dejado de representar un peligro. Eran los pueblos los que seguían oponiéndose a sus proyectos de expansión. Por consiguiente, había que entrar en guerra directamente contra esos pueblos. Israel no escondió nunca sus intenciones. Un documento intitulado «Estrategia de Israel en los años 80», publicado en febrero de 1982 por la «Organización Sionista Mundial» en Jerusalén, contenía un plan detallado de las operaciones a realizar contra cada uno de los pueblos de la región.

Los enfrentamientos y guerras que se han producido en el Medio Oriente durante las últimas décadas respondían a esa doctrina belicista. La guerra de Israel contra el Líbano fue prueba de ello. Pero la agonía del pueblo palestino sigue siendo el ejemplo más evidente de la política de limpieza étnica constante y metódica de Israel contra los pueblos. La actual guerra de Estados Unidos en Irak se desarrolla según esa doctrina de destrucción de los pueblos, que Israel preconiza desde hace mucho tiempo.

En cuanto al terrorismo, del que Israel se dice víctima, éste ha sido siempre alimentado, manipulado y puesto en práctica por todos los gobiernos israelíes. El terrorismo ha sido siempre el arma fundamental de Israel y se ha convertido en su arma estratégica desde que se oficializó la «doctrina terrorista», en 1996.

S.C. – ¿Se inscribe esto en el marco de lo que durante aquellos años se llamó el «proceso de paz»?

Yussef Aschkar: Exactamente. En Madrid y en Oslo se habló de una «paz que garantizara la seguridad». Pero durante la cumbre de Charm-el Cheik, en 1996, se habló de una «seguridad que garantizara la paz». Ahí nació la doctrina terrorista de la «guerra contra el terrorismo». Desde entonces fue esa nueva estrategia la que se impuso cambiando todo el clima psicológico y geopolítico, en la región y en el mundo. Esa guerra, llamada «contra el terrorismo», resultó ser mucho peor que una simple guerra de ocupación.

Los jefes de Estado árabes se vieron obligados a sumarse a esa guerra contra los movimientos de liberación calificados –según la fórmula consagrada por Israel y Estados Unidos– de «organizaciones terroristas». Eso sucedió antes de que otras guerras vinieran a poner en peligro a esos mismos Estados árabes, calificados a su vez de «focos de terrorismo».

S.C. – ¿Entonces, se invirtieron los papeles? ¿Una vez más eran las víctimas quienes se veían atacadas en beneficio de Israel?


Yussef Aschkar
: Sí, claro está. Basándose en esa doctrina de guerra contra «el terrorismo», Israel volvió a su imagen de víctima atacada. Los Estados árabes se vieron a su vez a la defensiva, encargados de garantizar «la seguridad de Israel» como condición previa a toda «negociación de paz», una eterna letanía concebida no sólo para negarles la paz sino para favorecer el terrorismo (de Estado) de esta supuesta «guerra contra el terrorismo».

Lo más grave en ese cambio radical es que Estados Unidos adoptó la doctrina de guerra de Israel. Al final de la cumbre de Charm el Cheik, el presidente Clinton y sus asesores volaron a Israel. Equipos israelo-estadounidenses trabajaron sin descanso durante tres días para definir los planes de aplicación de esa nueva doctrina.

Un elemento muy significativo es que entre 1996 y el 11 de septiembre de 2001 la cultura del odio y del miedo se expandió en Estados Unidos con la publicación de miles de libros y artículos sobre el terrorismo. Desde entonces, el «terrorismo islamista» se convirtió en el nuevo imperio del mal, en tema de todo el discurso político. La visión de la guerra contra «el terrorismo», obligatoriamente generadora de terrorismo, ya había invadido el mundo y se había elevado a la categoría de carta universal.

S.C. – Entonces, ¿usted piensa que el punto de arranque de la guerra «contra el terrorismo» no es septiembre de 2001 sino que estaba inscrito de antemano en un «proceso de paz» que resultó ser en realidad «un proceso de guerra»?

Youssef Aschkar: Así es. El supuesto «proceso de paz» que salió de las conversaciones de Madrid y Oslo no era más que la puesta en práctica de la doctrina de guerra formulada en 1967-68 por Aba Eban y adoptada por Israel.

La paz con Estados Unidos, la guerra contra los pueblos [1], es el título de un ensayo sobre esa doctrina de guerra que presenté durante un coloquio en la Universidad de Burdeos. En ese trabajo analizaba los principios de la política exterior, léase de la estrategia global, que dictó Aba Eban desde los años 70. Principios que Shimon Peres y Yitzhak Rabin retomaron en los años 90 y presentaron en forma de «doctrina de paz» cuando en realidad seguía siendo lo que siempre ha sido, una «doctrina de guerra» concebida no sólo con vista a su aplicación contra los vecinos árabes sino también para ser exportada. En cuanto al supuesto «terrorismo», Israel siempre calificó a los palestinos de «terroristas», mucho antes de la adopción oficial de la doctrina de «guerra contra el terrorismo» en 1996. El 11 de septiembre de 2001 no fue más que la llegada de esa doctrina a un nuevo punto de partida.

S.C. – ¿No habría que hablar entonces de una guerra colonial?

Yussef Aschkar: No. No es una guerra colonial. Es una guerra de destrucción de sociedades, una guerra que destruye la vida de los pueblos. La ocupación en sí es el mal menor. En una guerra colonial, el colonizador está interesado en que subsista un pueblo para explotarlo. Aquí se trata, para el ocupante israelí, de la necesidad de eliminar a todo un pueblo. ¡Eso es muy diferente de una guerra colonial! Una guerra colonial implica normalmente la ocupación de la tierra y no –como estamos viendo en Palestina– la limpieza étnica de un pueblo. No podemos seguir limitándonos a ver allí una simple ocupación ya que, en Palestina, el ocupante israelí esta realizando una limpieza étnica. Es urgente denunciar esto y obligar a los asesinos a poner fin a ese crimen.

S.C. – Durante todos estos años en que el llamado «proceso de paz» fue tema de los diplomáticos y las cumbres, ¿presagió usted que Yaser Arafat estaba llevando a su pueblo a un callejón sin salida y que Israel se estaba aprovechando de ello para consolidar sus propias conquistas?

Yussef Aschkar: Sí, estaba claro. Yaser Arafat era un líder tradicional llamado a hacer frente a una situación excepcional. Ante una estrategia que, de hecho, minaba los cimientos mismos de la vida de la sociedad palestina, él hizo una política dirigida sobre todo a sentar las bases de la Autoridad Palestina más que a la defensa de los intereses de su pueblo.

En el momento mismo en que Yaser Arafat estaba negociando con Israel la creación de la Autoridad Palestina en una pequeña parte del territorio palestino, éste estaba sufriendo una parcelación: las creaciones de colonias iban en aumento y las carreteras destinadas exclusivamente a los israelíes que circulaban por ese territorio tenían como objetivo hacer que cualquier autoridad fuera inoperante en cuanto a garantizar la supervivencia de los palestinos.

S.C. – ¿Cómo entender entonces la sumisión de numerosos dirigentes árabes a los deseos de Estados Unidos, cuyo objetivo es debilitarlos para fortalecer la posición de Israel y de los propios Estados Unidos?

Yussef Aschkar: La sumisión de los dirigentes árabes no es nueva. Ellos contaron siempre con una potencia externa –o con la correlación mundial de fuerzas– para consolidar su propio poder y, por consiguiente, siempre fueron poco sensibles a las expectativas de sus pueblos. Carentes de apoyo popular, siempre trataron de conciliar sus propios intereses con los intereses de los Estados influyentes, considerando su sumisión hacia esos Estados como una garantía de su propia protección y de la posibilidad de mantenerse en el poder.

Después de la caída de la Unión Soviética, la sumisión de los dirigentes árabes a Estados Unidos se hizo casi general. Y fue por dos razones: debido a la falta de alternativa externa y al aumento de las presiones internas. Fue una especia de huida hacia el frente. Pero esa huida no puede ser eterna ya que, en el contexto actual, la sumisión ha dejado de ser una protección verdadera; porque el papel de Estados Unidos en el mundo, y sobre todo en la región, ha cambiado. Primeramente, Estados Unidos ya no se limita a garantizar la seguridad de Israel sino que se encarga también de realizar los proyectos de este último. En segundo lugar, los intereses convencionales de Estados Unidos ya no son el criterio que permite entender la política de ese país, ya que el poder de los neoconservadores –que son un Estado dentro del Estado– marcha en el sentido de intereses extremadamente diferentes, cuando no opuestos.

S.C. – ¿Los dirigentes árabes aliados de Estados Unidos no se dan cuenta de ese cambio fundamental?

Yussef Aschkar: Efectivamente, no se dan cuenta. Siguen presentándose como garantes de la estabilidad mientras que los proyectos de Israel, con el apoyo de Estados Unidos, no tienen otro objetivo que desestabilizar la región. Se sienten cada vez más desorientados. Pero sus dificultades no terminarán hasta que no se den cuenta de que la resistencia es más útil que la sumisión, y es que la sumisión también resulta más costosa que la resistencia, cualesquiera que sean los sacrificios que esta última exige.

S.C. – ¿No es una política sin sentido, por parte de los dirigentes árabes, hacer como si no supieran lo que todo el mundo sabe –que Estados Unidos e Israel quieren debilitarlos e impedirles vivir en paz– y seguir tratando de arreglárselas con ellos?

Yussef Aschkar: Los dirigentes árabes son hipócritas. Fingen ignorar ciertas cosas que son evidentes, se niegan a reconocer que es inútil, incluso peligroso, ceder ante Estados Unidos e Israel. Si hubiesen albergado ilusiones antes de «Madrid» y «Oslo», la experiencia de la última década debiera haberles hecho abrir los ojos. Y la guerra contra Irak, que demostró la naturaleza del peligro, debería haberlos alarmado. Dicho esto, yo no creo que todo el mundo sepa lo que verdaderamente está sucediendo en Palestina y en Irak, o lo que se está preparando contra el Líbano, Siria y otros países del Medio Oriente. La doctrina de «guerra israelí»– que, repito, consiste en destruir las sociedades y no sólo en dominarlas– sigue escapando a la comprensión de los responsables políticos y los politólogos en general.

¿Cuántos dirigentes del mundo saben, o reconocen, que lo que Israel está haciendo en Palestina –con el pretexto de supuestas operaciones «de seguridad»– es una limpieza étnica sistemática? ¿Cuántos saben que la guerra que Estados Unidos impone en Irak destruye metódicamente la vida del pueblo iraquí, que el Medio Oriente es actualmente un polígono de ensayo del «caos creador», monstruoso mecanismo del suicidio planetario?

S.C. – ¿No resulta más fácil la destrucción del pueblo palestino e iraquí para Israel y Estados Unidos si Estados como Egipto, Jordania y Arabia Saudita tienen compromisos con ellos?

Yussef Aschkar: Los Estados árabes están, efectivamente, participando en esa destrucción en la medida en que aceptan ese estado de cosas mientras que siguen dando la imagen de que algún día habrá una forma de paz, o algún tipo de Estado palestino. Ningún dirigente árabe ha afirmado nunca que una limpieza étnica está ocurriendo en Palestina desde 1948.

S.C. – Entonces, según usted, ¿la extensión de la guerra que estamos viendo estaba programada desde hace mucho y podía haber sido denunciada, contrarrestada por esos Estados?

Yussef Aschkar: Yo trabajé sobre el tema desde 1996 hasta 2001. Llegué a la conclusión de que las autoridades de Estados Unidos estaban esperando que pasara algo grande. No hacían nada para impedirlo, pero lo estaban preparando todo para poder explotarlo cuando sucediera. De eso hablo en el libro que estaba en imprenta cuando tuvieron lugar los atentados del 11 de septiembre.

S.C. – En 1990, cuando Bush padre, queriendo convencer al mundo de que su llamada guerra del Golfo era justa, dejó entrever que esta permitiría también, después del derrocamiento de Sadam Husein, instaurar un «nuevo orden mundial» y alcanzar la paz en Palestina, ¿presagiaba usted que no eran más que palabras huecas y que después de la aprobación de esa lógica de guerra nadie podría pararla y que los países árabes que participaran en ella irían al desastre?

Yussef Aschkar: Los Estados árabes estaban obligados a unirse a aquel complot. Por otro lado, en aquel momento Estados Unidos no mostró todas sus cartas. Habló de una guerra para obligar Irak a retirarse de Kuwait. No habló de sanciones. Pero aquella no se hizo para que las cosas se quedaran en ese nivel, sino para que fuera seguida de sanciones y de nuevas guerras. Sanciones que, desde 1990 hasta 2001, mataron cerca de un millón de niños iraquíes y dejaron secuelas físicas y síquicas en cuatro o cinco millones de niños. Se trata de toda una sociedad que fue destruida y que quedó muy dañada.

S.C. – En ese contexto, ¿la desestabilización del Líbano y Siria, a la que dio lugar el asesinato de Hariri, favorecía los intereses de quienes tienen como objetivo la continuación de la guerra contra otros pueblos?



Yussef Aschkar: Lo que está sucediendo en Siria y Líbano tiene mucho que ver con lo que sucede en Irak. En Irak se están aplicando dos estrategias: la estrategia oficial estadounidense, que es quizás una estrategia imperial de dominación y de control de los recursos, y otra más que es la de una pandilla de monstruos, los llamados neoconservadores, que imponen sus propios proyectos al Pentágono y al Departamento de Estado. Esa pandilla (Richard Perle, Paul Wolfowitz, Douglas J. Feith, entre otros) tiene su propio plan. Es la que aconsejó la destrucción no sólo del Estado sino de toda la sociedad iraquí. Toda la red que controlan los neoconservadores escapa al control de los generales del Pentágono, escapa también al mando militar estadounidense. Esta red se ha infiltrado en todas las autoridades superiores de Estados Unidos, se ha infiltrado también en la sociedad, en los medios estadounidenses, en las sectas religiosas. Es un Estado dentro del Estado.

Eso se ha visto claramente en el escándalo sobre las torturas cometidas en la prisión de Abu Ghraib. La general que estaba al mando de las prisiones se asombró un día, al salir de su oficina: «Pero, ¿quién es esa gente que anda por los pasillos?» Su escolta le contestó: «Son los que hacen los interrogatorios.» Aquella general, responsable de las prisiones, no sabía nada de aquello.

S.C. – ¿Eso quiere decir que, donde los neoconservadores estiman haber alcanzado sus objetivos, se trata a veces de una derrota para las tropas del ejército estadounidense?

Yussef Aschkar: Así es. Porque se están aplicando dos planes. Está el plan oficial de un ejército de ocupación que se puede retirar, que puede aumentar sus fuerzas, que puede verse arrinconado, y el plan de los neoconservadores que imponen su propia estrategia al ejército estadounidense, que disponen de 45 000 mercenarios y que tienen más influencia que el mismo ejército de Estados Unidos. Estos neoconservadores están satisfechos y ven realizada su misión en Irak porque piensan que alcanzaron todos los objetivos de la guerra que se habían trazado para ellos y sus milicias: llevar la sociedad iraquí en su conjunto a una situación sin salida definitiva y cambiar una dictadura central por un montón de comunidades religiosas totalitarias, que estarán en conflicto permanente. Así que se sienten listos para lanzarse a desestabilizar el Líbano, Siria e Irán.

S.C. – Sin embargo, ciertos analistas piensan que Estados Unidos no puede sostener dos guerras a la vez, que no puede meterse en otro lugar con su ejército inmovilizado en Irak?

Yussef Aschkar: A los neoconservadores no les importa nada de eso. Su objetivo es destruir la sociedad iraquí y nada pudo sacarlos de ahí. Ya encontrarán otra manera de emprenderla contra Siria o Irán. Es muy grave lo que está pasando. Usted me puede decir: «¡Pero eso es una pesadilla! ¡Usted se imagina todo eso!» Yo le diría que investiguemos para verificar si lo que estoy diciendo es cierto o no.

S.C. – ¿Una investigación sobre qué precisamente?

Yussef Aschkar: ¡Sobre los neoconservadores que dominan el Pentágono y que han dado lugar a tantos desastres humanitarios! ¡Sobre lo que realmente sucedió el 11 de septiembre de 2001! ¡Sobre quién dirige en realidad la guerra en Irak! ¿La dirige Bush o la dirigen estos monstruos que, en el Pentágono, utilizan mercenarios en la realización de operaciones secretas en el Medio Oriente?

S.C. – ¿Piensa usted que los fiscales que investigan el asesinato de Hariri, por ejemplo, no llegarán a la verdad?

Yussef Aschkar: La resistencia es la que debería realizar esa investigación. Yo lanzo un llamado a la creación de una «resistencia investigativa». Antes de septiembre de 2001, era imposible investigar y frenar a los neoconservadores, pues sus nombres no eran conocidos. En este momento no hay quien los pare porque la máquina ya está en marcha, pero por lo menos podemos investigar sobre sus crímenes y denunciarlos por sus nombres.

S.C. – El Estado francés se opuso claramente a la intervención de Bush y Blair contra Irak. ¿Le sorprendió a usted el reciente realineamiento de Francia?

Yussef Aschkar: La posición de Francia en cuanto a Irak suscitó gran esperanza en el Medio Oriente cuando ésta se opuso a las locuras de los neoconservadores estadounidenses. Al separarse de la posición de Estados Unidos, Francia llevaba todas las de ganar en el plano interno, europeo y mundial.

Desgraciadamente, su posición cambió desde junio de 2004. En aquel momento, se produjeron cuatro hechos decisivos: la cumbre transatlántica entre Europa y Estados Unidos, la cumbre de la Alianza Atlántica en Estambul, el G8 en Evian, el famoso encuentro en las Naciones Unidas. En esos cuatro encuentros, Estados Unidos logró imponer su lógica de guerra. Chirac y su equipo no han presentado ninguna visión vinculada a los intereses propios de Francia, de Europa y del mundo. Francia retrocedió para ceder el lugar a la simple búsqueda de una «reconciliación» con Estados Unidos.

Fue Francia la que se encargó de preparar la resolución 1559. Se hizo la ilusión de que se convertía en un «socio» en el plano regional y en protagonista en la escena libanesa cuando en realidad, después de haberse sometido, Francia no es ya más que un simple peón en el juego de los neoconservadores, cuyo plan es evidente: manipular para desestabilizar, no sólo a Siria e Irán sino también al Líbano, en primer lugar.

Los dirigentes franceses cedieron ante la visión neoconservadora. Cometieron un error de juicio. Si no hubiesen escogido el oportunismo, habrían podido resistir y ganar mucho más. En 2003, Francia fue la ganadora en Londres cuando Dominique de Villepin, en su discurso sobre la situación mundial, presentó una visión que partía de una voluntad política verdadera y se oponía a los monstruos del Pentágono, mientras que hoy Francia sale perdiendo en todos los aspectos.

Los pequeños cálculos convencionales no bastan en estas situaciones excepcionales. Para decirlo claramente, Chirac aceptó degradar la imagen de Francia en el plano moral y, en el plano ético y funcional, aceptó que se le diera a Francia el trabajo sucio de desestabilizar la región, sobre todo el Líbano, y de engañar a los libaneses sobre su futuro.

Me gustaría plantear aquí varias preguntas a Chirac. ¿Qué proyecto tiene él para esta región? ¿Qué control puede ejercer sobre el proyecto estadounidense preestablecido? ¿Cree él que Francia y Europa saldrán ganadoras asociándose a ese proyecto de desestabilización, léase de incendiar la región?

S.C. – Para usted, ¿Francia está totalmente del lado de la política antiárabe de Bush y de Blair?

Yussef Aschkar: Francia abandonó su posición de fuerza, renunció a su especial papel que consistía en abrir una nueva vía, para ella y para Europa, junto al Tercer Mundo. Este último es su socio natural en el espíritu de una asociación de complementarización con rostro humano. Para ser creíble, ese espíritu tenía que manifestarse, no sólo en las nuevas relaciones intraeuropeas sino también con respecto al Tercer Mundo, sobre todo en cuanto al Tercer Mundo. Desgraciadamente, Francia no sólo decidió alinearse junto a Estados Unidos sino también sumarse a la doctrina de guerra de los neoconservadores. Esa posición le costó retroceder y aislarse. Ese aislamiento se refleja en tres niveles: el de Jacques Chirac en Francia, el de Francia en Europa y el de Europa en el mundo. Se evaporó una gran esperanza, lo que deja al mundo a la merced de un nuevo orden del miedo y el odio.

S.C. – ¿Están los ciudadanos del mundo en manos de dirigentes irresponsables que ya no controlan nada?

Yussef Aschkar: Los dirigentes políticos no se reducen a eso, aunque sí dan prueba generalmente de irresponsabilidad, de oportunismo y de que son mentirosos. El fondo del problema es otro. Se trata de saber quién tiene el verdadero poder. En el «nuevo orden mundial», ese verdadero poder está desplazándose de la autoridad territorial de los Estados hacia la autoridad incontrolada de los nuevos amos. No estoy designando a las multinacionales, las instancias financieras y el proceso de privatización económica. Los nuevos amos son de otro orden: están vinculados al monstruoso equipo de neoconservadores que actúan por todo el mundo gracias a sus redes y milicias. El aspecto económico está sometido al proyecto de ellos. La privatización no es más que una simple medida económica. Es principalmente una ideología que consiste en privatizar y monopolizar lo fundamental del espacio público, sobre todo político y de seguridad, para manipular los demás sectores. Se trata de un monstruoso golpe de Estado planetario.

Los dirigentes políticos se ven cada día más vencidos y manipulados. Su problema no es tanto la incompetencia personal o la falta de habilidades «técnicas» como la falta de visión o de valor moral, son tan cobardes como ignorantes, que no saben, o no se atreven, a reconocer la nueva realidad.

Nuestras autoridades no quieren afrontar ese desafío, sobre todo en la medida en que no están sometidas a presiones populares que podrían obligarlas a cambiar de orientación. Nuestra tarea es entonces provocar una toma de conciencia popular que las obligue a cambiar de política. Esa presión popular tendría que ser más fuerte y más convincente que la que Estados Unidos ejerce actualmente sobre nuestras autoridades.

S.C. – ¿En el Líbano, sospecha el pueblo que quizás está siendo –desde el asesinato de Hariri– objeto de maniobras, no interárabes sino occidentales?

Yussef Aschkar: Los libaneses están muy inquietos por su porvenir. Pero la manipulación cotidiana que ejercen redes de saboteadores que actúan secretamente a menudo les impide ver las cosas con claridad. Gran parte del pueblo libanés está consciente, creo yo, de esas maniobras criminales, pero no está unida ni preparada para dar una respuesta eficaz a esas manipulaciones mientras que los manipuladores, por su parte, logran explotar todas las debilidades de la politiquería tradicional en Líbano y logran utilizar también el tema confesional para dividir a la gente. El comunitarismo, en el cual se apoyan los manipuladores, les quita a los ciudadanos sus referencias comunes y racionales, tanto más cuanto que es meticulosa la preparación de los planes de quienes desestabilizan la sociedad.

Tenemos por delante un gran trabajo de concientización si queremos evitar que la situación empeore y se vuelva irreversible. El tiempo apremia.

S.C. – ¿Es posible que servicios secretos occidentales hayan financiado a los ejecutores del atentado contra Hariri? ¿Cuál sería su objetivo? ¿Hacer estallar la sociedad libanesa?

Yussef Aschkar: No hay duda de que la infiltración no es solamente un arma fundamental sino una estrategia. Es la especialidad de los servicios secretos. La capacidad de esos servicios para crear situaciones increíbles y explotarlas plenamente no tiene igual. El estallido de la sociedad libanesa forma parte de su plan principal. En cuanto al calendario, este sigue siendo oscuro. Nuestra tarea inmediata es actuar a tiempo para hacer fracasar su terrible plan.

S.C. – ¿Entonces, está usted muy inquieto por el futuro?

Yussef Aschkar: Si seguimos por ese camino, sería muy grave. Todos los vecinos directos de Israel, toda esta región que Israel considera como un «espacio vital», están bajo su amenaza directa, sujetos a la desestabilización.

En el contexto estratégico y geopolítico del «Gran Medio Oriente y del África del Norte», el juego es israelo-estadounidense. Las presiones se ejercen en todos los frentes y en todas direcciones. Se ejercen de manera muy evidente sobre Irán y Siria mientras que están enmascaradas en el caso del Líbano, cosa que deja al Líbano suspendido, entre los que se hacen ilusiones sobre la democracia, la libertad y la prosperidad –carnada envenenada que ofrecen israelíes y estadounidenses– y quienes no se hacen la menor ilusión en cuanto a las intenciones de éstos.

El Líbano es al mismo tiempo el país más amenazado y el más vulnerable. Los cristianos libaneses, parte de los cuales se imaginan que representan una garantía que pone al Líbano a salvo de la amenaza israelí, son en realidad el blanco prioritario en los proyectos de Israel.

S.C - ¿Le sorprende ver que en Occidente –bajo la influencia de los propagandistas del «choque de civilizaciones» que tienen su tribuna en los grandes medios de difusión– la gente haya aceptado ampliamente la idea de que las personas de confesión musulmana son «fanáticos» y «terroristas»?

Yussef Aschkar: Los servicios de propaganda de los neoconservadores manipulan muy bien los hechos y los medios de difusión. Por esa vía logran, desgraciadamente, engañar a la mayoría de la gente y desorientar incluso a los progresistas. Actúan para desacreditar a los musulmanes, por un lado manipulando y financiando mercenarios que ejecuten atentados terroristas que son atribuidos a la resistencia, y por el otro desencadenando un proceso de fanatización. Este último método consiste en crear situaciones de conflicto mediante provocaciones de carácter religioso que desorientan, provocan manifestaciones y desacreditan el Islam [2].

Inducidos al error por esas provocaciones constantes, los progresistas se ven desorientados: como humanistas no pueden defender la violencia y como laicos no pueden tolerar el fanatismo. Los progresistas que no están concientes de la manipulación instrumentada por los neoconservadores se ven entonces envueltos en falsos debates.

En realidad, los atentados que causan numerosas víctimas son teleguiados por esa pandilla del Pentágono que, mediante sus redes, crea y financia organizaciones fantasmas que siembran el terror entre ambas partes en nombre de ambas partes.

Hay que señalar aquí que la ideología de los neoconservadores, tal y como la estamos viendo desplegarse en el terreno, es la única y la primera ideología de la Historia que busca producir opositores más que simpatizantes, dejando en manos de los opositores la función de conseguirle los simpatizantes.

Explicación de lo anterior. Esta ideología se esfuerza por producir opositores empujándolos al fanatismo para suscitar y alimentar todos los fanatismos del mundo, incluyendo el fanatismo musulmán y árabe, lo cual permitirá dar una imagen muy negativa de los musulmanes y acabará produciendo –ese es su objetivo– reacciones hostiles hacia éstos. Incluso los laicos convencidos, de ambas partes, se verán llevados sin darse cuenta a poner en tela de juicio su laicismo y a ver en «el Otro» una contraparte insoportable. Es lo que está pasando actualmente y lo que está en camino de desestabilizar Europa, de causar una ruptura entre las dos riberas del Mediterráneo, de sabotear y arruinar los proyectos de asociación mediterránea de Barcelona.

Si esa ruptura empeora, se oirán voces, también en Europa, que llamarán a unirse a la doctrina de los neoconservadores vinculada a la «guerra contra el terrorismo» y al «fanatismo musulmán». La ideología neoconservadora habrá cumplido entonces su misión: al haber contribuido a provocar el desarrollo del fanatismo entre los musulmanes, habrá suscitado como respuesta –en Europa– la aparición de simpatizantes de sus propias tesis sobre el «choque de civilizaciones». Europa, hasta entonces renuente, se alineará entonces junto a la ideología de los neoconservadores. Esas maniobras escapan a la comprensión de los progresistas y de los políticos en general.

S.C. – ¿Qué medios de acción podrían cambiar aún ese trágico rumbo?

Yussef Aschkar: Todo tiene que partir de una toma de conciencia de las realidades que esconde cuidadosamente ese tinglado de mentiras que busca manipular el espíritu crítico de toda la humanidad. Sólo una «investigación planetaria» podría responder a esa amenaza planetaria y revelar las maniobras que la sustentan. Esa toma de conciencia tendría que producirse a dos niveles: el de los Estados y el de la ciudadanía. Es urgente emprender esa «investigación planetaria» que debe convertirse en la acción prioritaria de la resistencia y también en el elemento unificador de esa resistencia. Todos los que resisten y todos los militantes del mundo tienen que unirse, tienen que oponerse prioritariamente a esta nueva guerra planetaria, independientemente de las causas precisas que defiendan y de las desgracias que estén sufriendo y contra las que luchan, porque esa guerra empeora todos los males de cada uno y hace aún más difícil la lucha de los pueblos que se enfrentan a la ocupación. «Axis for Peace» se constituyó con ese espíritu en noviembre de 2005, durante el coloquio de Bruselas. Los participantes que militan por causas diferentes se dieron cuenta del espíritu unificador de ese coloquio. Tenemos que hacer de la lucha contra esa guerra la prioridad de prioridades porque sirve a nuestra causa común y sirve también para alertar a los gobiernos sobre el alcance de esa guerra que los afectará tarde o temprano. Hasta tanto no se entienda la existencia de esa amenaza y las fuerzas populares la consideren una prioridad, los gobiernos seguirán yendo en direcciones que no conducen al enfrentamiento de esa amenaza excepcional.

S.C. – ¿No le parece que el panorama que usted nos describe es profundamente deprimente para los pueblos del Medio Oriente, incluso para todos nosotros?

Yussef Aschkar: Claro que sí. Seguiré siendo extremadamente pesimista si las cosas no cambian de forma radical porque se trata, en el Medio Oriente, de una amenaza existencial de cuya existencia no tiene conciencia la opinión; pero se trata también de una amenaza planetaria ante la cual ni los pueblos del mundo ni los Estados –específicamente las grandes potencias– están lo suficientemente alertas. El optimismo o el pesimismo dependerán, sin embargo, de nuestra acción futura. Todo dependerá de que se actúe a tiempo y de que la resistencia pueda unificarse y concentrar sus esfuerzos en el blanco adecuado ya que la unión de las fuerzas, de todas y todos los que se impliquen en la acción, es superior en términos humanos a las fuerzas de los monstruos del Pentágono, sea cual sea la enormidad de los medios materiales y logísticos de este último.


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